Racismo en tiempos de virus
En estos días estamos viendo cómo el eurocentrismo y la blanquitud se están poniendo en evidencia de la forma más bochornosa. Algunas habíamos recibido ya testimonios, por conocidos o familiares, de personas que desde algunos países de África estaban denunciando cómo señores con maletines y corbatas estaban ofreciendo vacunas gratis a puerta fría. Algo que se hacía como a escondidas y se fue viralizando con los días se ha destapado por fin en televisión, cuando unos científicos franceses declararon abiertamente que la mejor opción es ir a probar vacunas a África. Claro que sí. Sin pudor y sin remordimiento. Lo más normal del mundo, oiga.
A parte de esto, entre nosotras, también recibimos historias que rulan, compañeras a las que paran y gritan por las calles, esa policía de balcón que patrulla por aburrimiento y cuya amargura parece diluirse increpando a las demás, cuestionando los derechos o motivos para estar en las calles, especialmente a las personas racializadas, sobre las cuales el grito “a casa” esconde algo más allá de la situación actual, el grito que muchas ya llevaban dentro y que ahora tienen la gran oportunidad de soltar amparadas en el contexto. Porque para qué pensar que esas personas pueden ser personal sanitario, por ejemplo, a parte de tener el mismo derecho que cualquiera a salir a tirar la basura y a hacer la compra.
Tengo una tía que se dedica a la asistencia a domicilio a personas mayores y que ahora mismo sigue haciendo su trabajo en servicios mínimos, y desde su empresa prácticamente la quieren obligar a cambiar a una residencia (que ni siquiera está en su zona) que se ha quedado sin personal. ¿Por qué se ha quedado sin personal? Porque el que había ha enfermado por no poner los recursos necesarios para proteger a sus empleadas. Recordemos que el sector cuidados, por su invisibilización y precarización, se ha ido racializando en los últimos años, precarizándose de esta manera todavía más. En este contexto me pregunta angustiada, ¿por qué a mí, que tengo 65 años y si contraigo la enfermedad tengo menos posibilidades de contarlo que otras compañeras más jóvenes y más cercanas al puesto? Mi respuesta salió sola, contundente y dolorosa: porque nuestras vidas valen menos.
También hemos visto cómo se ha jugado con la especulación de que las personas negras tenemos alguna especie de inmunidad contra el virus. No solo en mensajes y memes, sino que hemos podido verlo hasta en las noticias. Tuvieron que salir celebridades como Idris Elba a airear su contagio y a pedir que se dejaran de compartir mensajes de ese tipo tanto en redes como en medios oficiales, puesto que otra forma de seguir cargándose a la población negra es hacer que esta baje la guardia.
Eso sí, a vacunar a África. ¿Hasta dónde llega la desfachatez y el insulto a la inteligencia hacia un colectivo cuando, por un lado montas el bulo de que no puede infectarse, pero por el otro lo utilizas para probar vacunas? ¿Vacunas de una enfermedad a la que son inmunes? No nos entran las prisas para buscar una vacuna o una cura para el ébola, ni vamos a vacunar gratis puerta a puerta contra la malaria. Pero vamos a vacunar a las africanas de una enfermedad nueva que arrasa en Occidente y que supuestamente no les afecta.
Un apunte rápido al estilo Coco de Barrio Sésamo: lo que hace que el virus se propague como una mecha es que la gente de dinerito coja aviones como quien coge el autobús. Si la población negra de determinados barrios no está tan infectada es precisamente porque en esos barrios no suele entrar gente rica que viaja o se codea con gente que viaja. Y en África, pues lo mismo. Lo que ha llegado lo han llevado los ricachones y los turistas.
Por parte de los medios de comunicación, seguimos viendo como el racismo sigue igual de presente. Bulos y tremendismos aparte, solo hay que mirar los números. Como siempre, podemos saber exactamente los afectados y muertos que hay en Estados Unidos, España, Italia, Alemania o Francia, pero solo podemos saber los afectados que hay en África, ese enorme “país” que importa tan poco que ni siquiera podemos dar datos reales de afectación por países concretos. Pero lo más indignante es comparar cómo se tratan las noticias dependiendo de su procedencia. También nos hemos dado cuenta de lo discretos que han sido los medios con las personas afectadas, cosa que está muy bien. Ni una sola imagen de personas enfermas o muertas en las noticias. ¿Es así cuando hablamos de enfermedades, hambrunas, migraciones fallidas o cualquier tipo de catástrofe que ocurra en África u Oriente? Como eso queda lejos y no nos afecta, vamos a hacer que también sus cuerpos muertos o moribundos dejen de importar de tanto verlos.
Para rematar el asunto, ahora el Gobierno decide que sería guay lanzar una medida por la cual se pueda contratar a personas migradas en situación irregular, incluidas las menores no tuteladas internadas en centros. O sea, ahora sí. Ahora vamos a dejar que la población española cumpla su cuarentena y cobre sus prestaciones excepcionales mientras la población migrada trabaja y se expone. Y cuando acabe la temporada, patada y hasta luego. ¿Quién ha dicho derechos?
Hoy me he levantado con la “buena noticia” de que el director de la OMS, Tedros Adhanom, rechaza la medida de probar la vacuna en África por ser racista y colonial. He leído el titular en voz alta y, mi marido, que resulta ser un hombre blanco, me ha dicho: ¿el director de la OMS es blanco? He mirado la foto que acompañaba al titular y veo que no lo es. Luego he investigado y resulta que no solo no es blanco, sino que además es etíope. ¿Importa eso? ¿Habría hecho esas declaraciones y esa condena si no fuera africano, si no le afectara directamente? No hay forma de probarlo y nunca lo sabremos, pero ahí lo dejo.
Y de paso, aprovecho para reivindicar la importancia de tener representación en puestos relevantes. Pero eso ya es otra historia y la contaremos en otro momento.
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