Madam C.J. Walker no es un modelo de antirracismo político para hoy
El pasado viernes 20 de Marzo se estrenó en Netflix la miniserie Self Made: Inspired on the life of Madam CJ Walker basada en el libro On Her Own Ground: The Life and Times of Madam C.J. Walker.
El libro -disponible en United Minds- y escrito por A’Lelia Bundles, tataranieta de la histórica empresaria y filántropa afroamericana, cuenta la historia de Sarah Breedlove: fundadora de la Madam CJ Walker Manufacturig Co. y la primera mujer americana en construir su propia fortuna, según el libro Guiness de los Records.
Madam CJ Walker fué una pionera que defendió siempre que las mujeres negras importan, son activos sociales y por lo tanto sus necesidades merecen ser tenidas en cuenta en el mundo comercial.
Todo el mundo está alabando la miniserie porque, efectivamente, Madam CJ Walker es una referente para muchas mujeres y es sorprendente que se haya tardado tanto en llevar a la pantalla la vida de esta increíble mujer que, con su perseverancia y tenacidad, consiguió levantar su multimillonaria empresa de la nada.
Leemos escritos y admiraciones por todas partes, así que vemos innecesario redundar en ese aspecto. Pero sí que vamos a aportar la #MiradaAFK y reflexionar desde una perspectiva de antirracismo político sobre la historia de Sarah Breedlove.
Sarah era una mujer negra y empobrecida que trabajó muy duro como lavandera para que Lelia, su única hija, además de tener lo necesario para vivir pudiese acceder a los estudios. Soportó humillaciones, vejaciones, maltratos y todo lo que implicaba ser quien era en los tiempos que habitaba.
El contexto histórico de los Estados Unidos post-abolicionistas implicaba la incipiente aparición de una clase media negra que estaba dando pasos agigantados en el desarrollo (capitalista y liberal) de la población negra norteamericana y el objetivo principal de la mayoría de personas negras de la época era prosperar económicamente para tener lo mismo que los blancos.
Había sed de desarrollo económico y las personas negras emprendian todo tipo de iniciativas comerciales (legales e ilegales) casi como respiraban. La segregación propiciaba que todo un mundo económico, académico y social negro se desarrollara. Pero seguía siendo el mismo sistema capitalista liberal, no lo olvidemos.
Las mujeres negras empobrecidas de esta época sufrían muchísimos problemas de calvicie debido al estrés, la malnutrición y la falta de higiene. El pelo afro no es nada fácil de cuidar y siglos de esclavitud habían desvanecido la herencia cultural africana respecto a los cuidados del cabello y la piel y tantos otros aspectos culturales importantes. Cuando su poder adquisitvo mejoraba, esos conocimientos seguían sin estar en sus mentes, así que gastaban dinero en productos, tratamientos y pelucas que disimularan su cabello natural.
El estándar de belleza en esa sociedad era el mismo que hoy: cuanto más blanca mejor, cuanto más rubia mejor, cuanto más claro (y más rosa) todo, mejor.
Las mujeres negras debían parecerse lo más posible a ese estandar para ser percibidas como respetables : ropa, color de piel, pelo, manera de moverse, de actuar o de hablar.
Por eso productos como el crecepelo y la brillantina tenían tanto éxito. Eran necesarios para alcanzar ese deseado estándar.
Madam CJ Walker vió claro el negocio, pero también observó más allá y vió como ni siquiera los empresarios negros consideraban que las mujeres negras fuesen un nicho de mercado (1), por lo que el vacío estaba claro. Debía hacerse, y ella lo hizo. No sólo cubrió la necesidad de las mujeres negras de tener productos pensados para ellas, sino que además todas sus empleadas eran mujeres negras. Especialmente destacable su ejército de estilistas y vendedoras puerta a puerta, modelo inspirador para Mary Kay o Avón.
Les dió trabajo, dinero, poder e independencia sobre sus vidas. Les dió herramientas para desarrollarse de forma autosuficiente en el medio en el que vivían. Pero seguía siendo un modelo capitalista supremacista blanco que animaba a las mujeres negras a tratar su pelo para que pareciera algo que no era de forma natural.
Es innegable el avance cualitativo que significó The Walker Co. en el mundo empresarial; introdujo a las mujeres negras en el mercado y así ganaron calidad de vida… al estilo occidental, es decir, renunciando a una parte de su legado para encajar y ser aceptadas.
Hoy en día ese modelo de negocio y progreso no es un modelo válido como herramienta antirracista.
Ese modelo de negocio no cambia las reglas del juego de este sistema capitalista patriarcal supremacista blanco.
Sólo lo hace más cómodo para una parte.
Es lo mismo pero en negro.
Y no, el antirracismo no va de eso.
En los 60 se iniciaron campañas como Black is Beautiful para favorecer el cabello afro natural y la recuperación de la herencia cultural africana, los peinados y productos naturales de cuidado del cabello afro. Y fué porque era imprescindible la reparación de la autopercepción de las personas negras, en especial de las mujeres y niñas negras, que habían visto su autoestima muy perjudicada cuando constantemente se les decía que debian modificar su aspecto para parecerse más al estandar blanco y así ganar respetabilidad.
CJ Walker les dió muchas cosas a las mujeres negras, herramientas empoderantes y muy valiosas. Pero también dejó pasar la oportunidad de animarlas a erigirse como su propio estandar de belleza en plenitud, desde la naturalidad y aceptación de sus cuerpos.
Y aunque entendamos el contexto político y social en que se desarrolló su acción y que probablemente no fuese posible todavía ese posicionamiento sociopolítico, no debemos dejar de decir que ese modelo que fué válido entonces, es insuficiente hoy en día. No sirve como herramienta de lucha antirracista ni por la liberación de las mujeres ni de las personas racializadas en general. No es antirracismo político para hoy porque pensar en esa clave no cuestiona el sistema de opresión.
Del legado de Madam CJ Walker Manufacturing Co. tenemos hoy emporios millonarios que se dedican a productos cosméticos específicos para las personas negras, llenos de químicos y tóxicos que son la versión negra de la opresora industria cosmética blanca(2): a las blancas les dicen “más joven, mas delgada” a las negras nos dicen “más blanca, más liso”.
La industria del pelo artificial mueve miles de millones anualmente. Las mujeres negras somos el 80% de las consumidoras de la industria del pelo artificial (pelucas, extensiones, etc.)(3).
Para desarrollarnos con plenitud, en comunidad, sin seguir reglas ajenas que nos subordinan y mutilan para encajar en estandares artificiales, sin dejar a nadie atrás ni desplazar las opresiones sistémicas debemos actuar en consecuencia y descolonizar el cuidado del cabello y la relación con nuestro cuerpo.
Nuestro legado cultural afrodescendiente ya tiene esa información valiosa.
Compartamosla y crezcamos colectivamente.
El pelo afro es legado.
El pelo afro es político.
El pelo afro es poder.
Black is beautiful.
(1) Sojourner Truth ya vaticinó ésta situación en su famosa intervención “Ain’t am I a woman?” en Akron en 1848. Allí habló de cómo la jerarquía del género en los blancos contaminaría a los hombres negros haciendo que, en ansias por conseguir la respetabilidad que les había sido negada, emularan al hombre blanco en todo. Incluído el machismo. Y, por ende, abandonarían a sus hermanas negras en la conquista de sus derechos civiles. Por eso, entre otras importantísimas ideas, esa intervención se considera el texto fundacional del feminismo negro. Y por eso, la reconstrucción de la masculinidad negra pasa por reparar esa herida de género que ha tenido nefastas consecuencias sociales para las relaciones entre hombres y mujeres negrxs. Pero otro día hablaremos de ello más extensamente. #blacklove
(2) Para saber más sobre cuidado del cabello y del cuerpo desde el antirracismo político os recomendamos el proyecto Afronomadness. Proyecto hermano de AfroFem Koop: #BlackSistersSupportEachOther #Sisterhood
(3) Para profundizar sobre la indústria del pelo os recomendamos el docu “Bad Hair” de Chris Rock.
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