»SOMOS MUJERES, MUJERES NEGRAS, A LAS QUE LA HISTORIA LES HA DESPOJADO HASTA DE SU SENSUALIDAD.»

La afrocolombiana residente en Cataluña Quinny Martínez Hernández lleva un cuarto de siglo escribiendo a diario y seis años haciéndolo en verso. En poesía se estrenó con Un mi cuerpo te ama locamente que le brotó de muy dentro tras una ruptura. Desde entonces, su volumen de creación es tal, que se le escapan versos a diario y como no siempre está delante del ordenador, los estampa en papelitos o los graba en las notas de voz de su teléfono. 

La pandemia le ha dado alas para imaginar más lejos , más alto, más, así que en su etapa más dura, vio la luz Umami, un corazón erotizado , su primer libro en solitario, pura poesía erótica. 

En su obra, no le teme al estereotipo que hipersexualiza a las mujeres negras, al contrario y  tal y como ella misma dice, su poemario es “un manifiesto de resistencia a partir del deseo”.   De ahí que hable de cunnilungus, empotradores o masturbación sin pudor. 

Sus textos están ligados a lo cotidiano, son directos, actuales y lanzan verdades, de lecho y fluidos, como puños. Quinny escribe maravillas y de maravilla desde las entrañas y no solo desde el diccionario. 

Quinny, ¿desde cuándo escribes?

Escribo desde siempre, pero conscientemente hace 25 años cuando di mis primeros pasos en la revista Camaleón; una propuesta editorial que vinculaba a jóvenes de todos los estratos en mi país, Colombia, y que daba licencia a quienes participábamos en ella para hablar del tema que nos apeteciera. Estábamos a mediados de los 90`s una época maravillosa en la que, a pesar de todas las cosas, Colombia era caldo de cultivo para abonar el imaginario de cualquier adolescente. Empecé haciendo crónica. Siempre me han gustado los detalles que discurren entre el tiempo, sus afanes y la manera en la que vivo los acontecimientos en función de mi entorno. 

¿Y la poesía cuándo llegó? 

Empecé a escribir poesía como tal hace casi seis años. Debo confesar que cuando releo mis primeros poemas me avergüenzo de la manera en la que digo las cosas. En ese instante motivada por una ruptura amorosa viviendo ya en España, mis emociones intentaban embutir en unos versos de manera muy torpe todos los sentires que me atravesaban, pero, cuando me di cuenta de que ni yo misma sería capaz de leer lo que escribía, eché hacia atrás y me fui directo a todas las cosas que había leído. Ahí fue cuando empecé a interiorizar lo que sentía para decirlo de la manera más explícita y contundente posible. Mi lenguaje poético siempre ha estado conmigo, bastó con escuchar de manera sincera para traducirlo en letras.

¿Qué hay de la temática? Tu libro, Umami , es un poemario erótico. 

En mi manera de decir las cosas siempre hay una clave de humor satírico, soy capaz de burlarme de mí misma abiertamente y, no es falta de autoestima ni nada de eso; yo tengo claro mi lugar en el mundo y mi sensibilidad ha aprendido a hacerse valer a pesar de… Entonces, cuando rompo con aquel hombre, en medio de mi dolor, yo no podía desprenderme de la necesidad física que, en ese instante, y por muchas otras carencias que tenía, sentía por él. Literalmente mi cuerpo se estaba cebando en el pasado tembloroso de una ruptura que ya no tenía arreglo. Decidí, entonces, no desprenderme de mi sentir, así que empecé a escribir. Con estos versos: “Mi cuerpo te ama locamente…” empezó todo.

¿Qué ha sucedido desde entonces hasta que tus versos se han hecho libro?  

Antes de Umami he participado en otros proyectos colectivos, pero el detonante fue México. En 2018, una editorial mexicana selecciona uno de mis relatos como parte de una convocatoria con otras 19 mujeres iberoamericanas, nace entonces Quieres ver mis lunares (BisConVerso 2017) y ya no hubo marcha atrás. Posteriormente llegó una propuesta que no acepté, entonces decidí lanzarme a escribir desde una orilla distinta, salirme del proceso de auto publicación digital desde mi blog con el que ya llevaba en ese momento tres años, para verme en papel. Mandé una selección de poemas a Diversidad Literaria, en Madrid, y me dijeron que sí, y empezó a gestarse Umami, un corazón erotizado, posteriormente publicado por ellos en la etapa más cruda de la pandemia: mayo 24 de 2020.

¿Cómo ha sido el proceso de gestación de Umami?  

Yo escribo a diario, pase lo que pase, llueva, truene o haga sol. Para mí, escribir es una terapia de liberación emocional, llevo notas en mi móvil o en papelitos regados. Notas que voy encontrando luego, poco a poco surge la magia. Con esto quiero decirte que fue muy difícil hacer la selección de los poemas de Umami porque cuando empecé en el verano de 2017 ya llevaba más de 500 poemas escritos. Fue una recopilación desde Vulvaginación mi blog personal, al que sigo nutriendo en paralelo con mi cuenta de Instagram y Facebook.

Aunque no solo has escrito durante la crisis sanitaria, ¿podrías contarnos cómo es hacerlo en plena pandemia? 

La pandemia ha supuesto una evolución tremenda en mi hacer literario. Leer, escribir y formarme como editora ha sido mi tabla de salvación. Cuando solo nos quedaban los aplausos de las ocho de la tarde y toda esa incertidumbre, me imaginé inmersa en una burbuja futurista a la que no sabía si sería capaz de adaptarme, así que, para no volverme loca, escribía. Esta nueva manera de decir las cosas es gracias a ese encierro, evolucioné, lo noto, lo siento cada vez que me siento a escribir. Cada vez es más orgánico, más Quinny. En pandemia, nace mi tercer poemario, que, sin pensarlo dos veces, será mi segundo libro, que verá la luz en otoño. 

¿Que una mujer negra haga un libro como el tuyo en donde se habla de sexo de forma explícita es, en cierto modo, valiente por la hipersexualización que pesa sobre nosotras o es una forma de decir “hasta aquí, me trae al pairo vuestra construcción exógena”? 

Lucía, me niego “con inciso resaltado”, como dice en uno de mis poemas, a renunciar a mi sensualidad y a no poder decir lo que quiero, siento y pienso en voz alta. Mi poesía es un manifiesto de resistencia a partir del deseo. Nos han educado para ser amantes y no para ser amadas. Yo he elegido ser amada, y ese amor me lo confieso a diario con la poesía que escribo. Ya no soy ni presa, ni esclava de mis sentimientos; la sumisión no es siquiera una opción. Ya he sufrido bastante.

Vengo de un hogar disfuncional; mi padre fue un maltratador hasta el día de su muerte; un hombre soberbio con el que la palabra libertad era un desafío. Un hombre mal hablado, grotesco, machista y egoísta. Del otro lado de su comportamiento ignominioso, mi madre, una mujer que me dijo un día “esta es la vida que yo decidí vivir, y lo haré hasta que se muera uno de los dos. Vive la tuya…”. Me casé a los 22 años con un hombre que después del idilio me estaba llevando por el camino de la amargura, me estaba haciendo chiquitica, lo dejé todo. Tengo una hija de 16 años a la que, con mis acciones, le digo a diario que puede ser libre de decir lo que quiera. Somos mujeres, mujeres negras, a las que la historia les ha despojado hasta de su sensualidad. Me niego a verme a través de los ojos depravados de una sociedad que nunca entenderá que nosotras, las mujeres negras, nacemos con el ritmo y la sal en el cuerpo. Aquí nada es forzado. Cuesta hablar de nuestra sexualidad porque nos han enseñado que es malo. Nos han hablado de moral, una moral inducida y mal entendida. Soy libre y no hay cadenas para este sentimiento.

»Somos mujeres, mujeres negras, a las que la historia les ha despojado hasta de su sensualidad.»

Que yo sepa, Umami es un sabor, pero tú lo has hecho persona, destinataria de una carta y título de tu libro, ¿por qué? 

Umami es el quinto sabor japonés, ese que se te queda en la boca y te invade de manera gloriosa; ese que quieres volver a repetir. Este poemario está dedicado a Fernando, mi marido. Él es mi Umami; el primer hombre al que no veo como mi enemigo, el equilibrio entre mi desaforo y sus caricias, el descubrimiento de una sexualidad justo a tiempo. Mi umami, mi pan de cada día, fue complicado entender que los hombres pueden ser nuestros aliados, con una dosis consciente de sensibilidad y sin afán de poseernos desde la cosificación es posible. Umami somos todas las mujeres encontrando puerto seguro en el amor, y no un amor idílico. Umami es un amor de verdad, sin cláusula de permanencia, con licencia para sentir y exigir ser tocado en el punto junto donde suena la música, he tenido que replantearme el significado de fidelidad… 

He ido leyendo y apuntando según avanzaba porque hay mucha chicha, así que iré en orden. Empiezas hablando de desear a un extraño, de la culpa y del derecho a desear sin más. Fuerte que aún tengamos que reivindicar sentir algo tan natural… 

Lo que decía antes: esa moral inducida, el tener que escondernos para no ser señaladas. Hay una necesidad muy fuerte entre nosotras las mujeres; la necesidad de ser BIEN amadas. Cuando arranca el poemario, reivindico el sentimiento desde la libertad que me habita. Quiero poder decidir cuándo y cómo ser tocada. 

Conocí a mi marido en una aplicación para ligar, y en ese momento el sentimiento que me poseía lo describí tal cual, me dejé llevar. Esto es ensayo y error. Sexo no es coito, sexo son todas las cosas que me hacen mujer en la plenitud de mi deseo. Mi vagina es el centro de mi cosmos carnal y no un servicio público; yo me desnudo si quiero, y asumirme como una mujer de talla no “normativa” me costó, pero trabajé en ello porque no vivo aislada de una sociedad que te mira a la medida de las bragas que usas. Hay que poner en práctica el término SORORIDAD, es más complejo de lo que parece. Entre mujeres y hombres tenemos que darnos apoyo para construir buenas simientes.
Como dice Isabella Magdala en su libro Mi Vagina habla, “empieza a mirarte con el corazón. Tu vulva es un camino directo a tus emociones más profundas, una puerta de entrada al templo en que se gesta tu pasión vital, tu poder personal, tu amor por la vida”. Hago uso del poder ilimitado que me da el ser mujer, es una cosa deliciosa.

‘’Cunnilingus’’ es un texto precioso y tu definición de gozar, también, ¡qué maravilloso resulta que cuentes tan bello más allá del amor!

Solo el placer entiende lo que el placer siente. Este poema es uno de mis favoritos porque comprende un delicioso paseo de entrepierna y gozo. Hacer el amor amando es puro umami, y si te tocan en el lugar indicado, de la manera correcta… Uffff…

Y qué importante es hablar de la masturbación para las mujeres. Sin duda es un tabú que, poco a poco, estamos rompiendo y que tú en tu libro, directamente, has pulverizado

Un descubrimiento relativamente reciente para mí. Hoy estoy cumpliendo 42 años y aprendí a masturbarme hace poco menos de cuatro. Mi prima Ethel insistía en que no sabía de lo que me estaba perdiendo, yo sabía que no podía seguir escribiendo poesía erótica sin entender mi cuerpo desde el placer que puedo prodigarle. Seguía en la edad de piedra del placer. Me daba vergüenza conmigo misma hacerlo. El día que aprendí a masturbarme tiré la última cadena que me ataban a viejas e insanas creencias acerca de mi sexualidad.

“Mi amada musa, mi empotrador incansable, mi erótico y constante sueño mojado”. Creo que es la primera vez que leo la palabra “empotrador” en un poema, ¿qué te dice la gente que te lee? 

Hay todo tipo de comentarios, están quienes dicen que mi poesía es una mierda, otres a los que les gusta, otres que tímidamente empiezan a descubrir las sensaciones que voy hilvanando entre verso y verso.  Yo me quedo con un poco de todo y busco el equilibrio.

Escribir poesía no es fácil, mucho menos escribir desde la orilla erótica; estoy en constante evolución y respeto las opiniones de todes. Les invito a leerme y a poner en práctica el sentir placer.

¡Mujeres, díganle a sus parejas dónde está la tecla que les hace sonar afinadito”!

Me ha sorprendido que aludes a las “contracciones de tu vagina desde que cumpliste los 30”, no necesito que me cuentes qué ha sucedido para que comenzaras a tenerlas, salvo que lo desees, porque entiendo que es parte de tu intimidad, de lo que sí quiero que me hables es del no veto a partir de esa edad. Muchas veces da la sensación de que, desde todos los ámbitos, se rinde culto a la eterna juventud y el resto ya no tiene derecho a sentir, amar, tener sexo… 

Cuando cumplí 29 años me di cuenta de que yo nunca había hecho el amor, había tenido relaciones coitales y había puesto mi deseo y placer al servicio de los hombres en ese afán de ser una mujer deseada. Estaba fingiendo orgasmos y no me daba cuenta, se había vuelto una costumbre. No los había tenido nunca y en mí se despertaban una cantidad de interrogantes a los que empecé a dar respuesta, como, por ejemplo: ‘’¿Qué es un orgasmo Iris?’’. Años después, incluso, antes de empezar a escribir poesía, fui aclarando estos interrogantes. Empecé a ser consciente de que mi vagina tenía una energía que no necesitaba de otra persona para ser sentida, aprendí a masturbarme, descubrí un auto orgasmo y empecé a fluir…

Pero bueno, la cosa es que no solo hablas de “donde termina el ombligo y empieza el caos”, abarcas un montón de temas, como, por ejemplo, el adiós, ¿las despedidas no son tan duras si se amó si, al menos un rato, se amó, si mereció la pena mientras duró?

El erotismo está impreso en cada gesto, no concibo la vida ni las emociones que me atraviesan sin la sensualidad que les habita. No es fácil sentir, y de cada experiencia me quedo con lo mejor.

Importante cuando hablas de amar, no lo haces desde una perspectiva clásica, con barrotes y cepos. 

Amar más y enamorarme menos me ha hecho libre, aprendí que el apego es veneno. Me doy licencia para sentir y dejo a voluntad de mis pares a todos los niveles su deseo de estar o no. Amo profundamente cuando están, les extraño en la ausencia, pero no les cuestiono y, no me gusta suponer. Prefiero preguntar.

En un momento dado, señalas que es mejor enamorarse menos y amar más, ¿lo extrapolarías a todas las relaciones interpersonales, más allá de las sexoafectivas?

Lo hago a diario, ya no me apropio de nada, lo dejo estar, todo se transforma. Me equivoco y rectifico, amo y digo te quiero si lo siento, ya no evito sentir amor, porque hasta a los sentimientos había que ponerles tiempo. Antes era: Muy pronto “inapropiado” y, si dejabas pasar el tiempo “llegabas tarde” … ya no soy así, siento, lo digo y punto. ¿Quién soy yo para negar amor?

En tu libro aparecen un bandoneón, Neruda, Jaime Sabines, y hay reminiscencias del realismo mágico culinario de Como agua para chocolate en el texto “Entre fogones”. Latinoamérica está presente en tus referencias, ¿dirías que también en tu manera de escribir? 

Soy del sur de América, del Caribe, del Atlántico, de la poesía de los años de colegio y del universo macondiano de García Márquez. Soy amor en medio del caos. Hay cosas de las que no puedo desprenderme, cosas intangibles como, por ejemplo el movimiento de mis caderas, la sazón de la comida que preparo, reggae, calipso, las misas de domingo, la alabanza, la sonrisa ruidosa de mi madre, el universo metafórico de la literatura iberoamericana, los recuerdos de amantes en secreto, de las lecciones de Octavio Paz. Soy un compendio de amores, desamores y utopías llenas de pasión.

Sin embargo, no solo aparece Latinoamérica, también hay un texto titulado “adeu”, ¿quizá ya eres y estás de y en dos mundos?

Soy de todas partes, Lucía. No hay pedacito de tierra en el que no siembre una flor, aunque no germinen sus semillas. Es cuestión de supervivencia, de lo contrario la añoranza me mataría.

Además de las referencias literarias y gastronómicas, las hay musicales. Gracias a uno de tus poemas sabemos que en tu cama suenan Drexler, Macaco, Cepeda o Sabina, ¿es un desnudo mayor hablar de esto o de sexo? 

Hablar en sí mismo se ha convertido en un deporte de riesgo, yo no sé callar, hablo de más ¡lo reconozco! Aplico el deseo y el clímax de mis emociones a todas las cosas de mi entorno. Soy dicotómica, pero empiezo a ser verdaderamente feliz y, camuflo los instantes más representativos de mi vida en las letras de canciones, así cada vez que suenan vuelvo a ellos. A veces lo hago adrede, me machaco con el pasado, luego lo dejo y vuelvo a la “cordura”.

Hay un verso tuyo que dice “es como si crecieran estalactitas a través de la piel de tanto llorar para dentro”, ¿conecta esto con la obligatoriedad de ser fuerte y de no mostrar dolor de las mujeres negras a las que, a nivel histórico, se les ha impuesto ser estoicas? 

Aplicable a todos los niveles; no he llorado solo desde la represión, también lo he hecho desde el orgullo y la rabia. Lo que está claro es que el color de nuestras pieles genera un temor brutal en los blancos, (no a todos) pero, nos ven como a un enemigo y ese miedo les convierte en animales hambrientos. A toda costa, a través de la historia han intentado acabar con nosotres, y por ese mismo temor a mostrarnos vulnerables hemos tragado entero. Debieran darnos el mérito de la palabra RESILIENCIA, la ignominia ha terminado convirtiéndonos en burros de carga emocional. 

Somos de carne y hueso, estamos pariendo al mundo, eso es algo que no se puede negar.  Estamos recuperando el control de nuestro relato; por eso escribo, me doy el derecho de decirlo a voces. Amo follar y que me follen bien, desde el respeto, desde mi propia determinación, desde mi feminidad, desde mi sensibilidad y con mis reglas. No hay nada que me moleste más que un polvo a medias…

¿Qué verso de tu libro nos regalas para cerrar?

Les regalo el poema de la página 76 de Umami que empieza así: 

“Si me acaricias tiernamente, 

me besas despacio,

me miras a los ojos y me dices te deseo, 

deseándome… lo sentiré”

¡GRACIAS!  

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