Un análisis materialista histórico del género para el movimiento panafricano mundial
Texto original de Onyesonwu Chatoyer para hoodcomunist.com
Traducido por AFK
La línea actual del Movimiento Panafricano Mundial sobre las contradicciones de género y el papel de la mujer en la lucha está desfasada. Como movimiento, necesitamos urgentemente una actualización de nuestro análisis en torno a estas cuestiones si nos tomamos en serio la lucha contra el patriarcado y la liberación de las mujeres y los no-hombres*.
Este artículo pretende plantear y debatir tres grandes contradicciones que existen actualmente en la línea generalmente aceptada del Movimiento Panafricanista sobre el género, el patriarcado y el papel de la mujer:
1. Las masas de africanos se dividen en dos géneros -hombre y mujer- basándose en la biología.
2. El papel principal de las mujeres en la revolución se centra en nuestra capacidad de reproducción y en nuestro papel tradicional de criar y cuidar a los hijos.
3. El silencio general del Movimiento Panafricanista sobre la cuestión de la liberación queer y trans africana.
La base subyacente de las dos primeras contradicciones es la misma: un análisis común dentro del Movimiento Panafricanista que, por un lado, reconoce que el colonialismo y el capitalismo impusieron construcciones europeas de género basadas en la biología, dividieron el trabajo en modos reproductivos y productivos, y lo utilizaron como base para desposeer y oprimir a las mujeres y a los no-hombres africanos, pero que, por otro lado, defiende acríticamente los mismos roles de género binarios basados en la biología creados por ese proceso de conquista y explotación.
Muchas organizaciones del Movimiento Panafricanista reconocen que el género, al igual que la raza, es una construcción social que se desarrolla en función de la estructura, la cultura y las condiciones materiales de una sociedad concreta. Esto puede demostrarse incluso con un estudio superficial de la historia precolonial africana: en una época coexistieron en el continente muchísimas construcciones diferentes de género. En la sociedad yoruba de lo que hoy es Benín, Togo y Níger, por ejemplo, el género no se consideraba en absoluto un medio principal de ordenar la sociedad. Existían muchas categorías de género, pocas de ellas ligadas a la anatomía, y los africanos podían moverse con flexibilidad entre ellas e incluso ocupar identidades de género intermedias, es decir, ni masculinas ni femeninas. Sólo con la llegada y el avance del imperialismo británico el género en esa región se convirtió en una concepción fija y binaria estrictamente ligada a la anatomía que se consideraba fundamental para el orden de la sociedad. Las recién designadas «mujeres» yoruba (en el sentido europeo) fueron desposeídas de su derecho a la tierra bajo este orden social extranjero y violentamente impuesto y forzadas a una posición de subordinación.
Sin embargo, aunque nuestros fundamentos ideológicos, históricos y culturales muestran claramente que el género es una construcción social que se desarrolla de forma diferente según su contexto, el Movimiento Panafricanista en su conjunto fracasa en su línea política de llevar este hecho a su conclusión lógica: no puede existir ni ha existido nunca ninguna construcción universalmente aplicable del género, porque no ha existido nunca ninguna forma universalmente aplicable de ordenar la sociedad. Por lo tanto, la construcción de género impuesta por el capitalismo eurocolonial no es aplicable universalmente -y desde luego no podría ser aplicable a la gente a la que se utilizó para oprimir- y no debería utilizarse como base para un análisis revolucionario panafricano, socialista y antipatriarcal.
Nuestra aceptación de los roles binarios de género basados en la biología y creados por los imperialistas europeos al servicio del capitalismo y el colonialismo con el propósito explícito de subyugar a las mujeres y los no-hombres africanos es, por tanto, una contradicción. Si entendemos que estas construcciones de género fueron impuestas por el colonialismo europeo y un capitalismo global en desarrollo, utilizarlas como base para nuestra línea sobre cómo liberar a las mujeres y a los no-hombres de estos sistemas no tiene sentido. De hecho, hay un límite firme a lo lejos que pueden llegar nuestros análisis e intervenciones en torno a estas cuestiones si utilizamos una base tan pobre como punto de partida para pensar en ellas.
Si aceptamos, como deberíamos, que no existe ninguna construcción de género aplicable universalmente -ya sea definida por la biología o de otro modo-, entonces se deduce que decir que el papel principal (o incluso secundario o terciario) de las mujeres en la lucha es tener, cuidar y criar hijos no tiene sentido. Si entendemos que el género se construye socialmente, no es difícil entender también que una persona puede identificarse como hombre y ser biológicamente capaz de tener hijos. O que una persona no se identifique ni como hombre ni como mujer -que se identifique como algo similar a uno de los llamados «terceros géneros» que prevalecen en las sociedades indígenas precoloniales de todo el mundo- y aún así sea biológicamente capaz de tener hijos. Si el género se construye socialmente, depende del contexto y no tiene una base biológica, entonces muchas otras personas, además de las mujeres, pueden tener hijos, por lo que definirlo como nuestro papel principal en la revolución es una contradicción.
La razón subyacente de la tercera y última contradicción es distinta pero está relacionada con las dos primeras: el liberalismo y la aceptación acrítica de las construcciones sociales occidentales impuestas por el colonialismo y el capitalismo. Aunque hay un rastro de siglos que muestra cómo las potencias imperialistas europeas han utilizado una doble estrategia de criminalización y adoctrinamiento religioso para perseguir la aceptación de la identidad queer de las sociedades indígenas, en la actualidad muchos miembros y organizaciones del Movimiento Panafricanista aceptan como algo africano la antipatía hacia los gays, las lesbianas y las personas queer. O si no la aceptamos, no nos sentimos lo suficientemente conmovidos como para cuestionarla como movimiento cuando nos enfrentamos a ella.
En el movimiento prevalece la idea de que plantear la lucha en torno a estas contradicciones -sobre todo la tercera- alejará al Movimiento Panafricanista de las masas de africanos pobres y de clase trabajadora del continente y de la diáspora que pretendemos organizar. Pero es un hecho que las personas a las que estamos excluyendo cuando no cumplimos con nuestro deber de luchar en torno a estas contradicciones son miembros de esas mismas masas. Los africanos queer y trans ocupan en su inmensa mayoría la posición más baja económica y socialmente en casi todas las sociedades en las que se encuentran, ya sea en el continente o en la diáspora. Si las mujeres son las esclavas de los esclavos, los africanos queer, trans y no binarios son los azotes de los esclavos. Cuando faltamos a nuestro deber de comprometernos en esta lucha, es a los africanos pobres y de clase trabajadora a quienes estamos dejando atrás.
Nuestro propósito con este artículo y con la campaña de seminarios que estamos desarrollando en el All-African People’s Revolutionary Party es forzar una conversación interna que hace tiempo que debería haberse producido en el seno de nuestro movimiento -y de nuestra revolución- sobre de quién estamos hablando cuando nos referimos a la nación africana.
Únete al debate sobre este tema en el Campus AFK!
*Los no-hombres son personas que no son ni hombres ni mujeres, pero que siguen estando oprimidos por razones de género bajo el patriarcado y el capitalismo.
Onyesonwu Chatoyer es una mujer africana cimarrona en Estados Unidos que se organiza para derrotar al capitalismo, al colonialismo y al imperialismo. Es organizadora del All-African People’s Revolutionary Party y de la All-African Women’s Revolutionary Union, editora de Hood Communist, y también forma parte del comité nacional de la Brigada Venceremos.
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