Que los árboles no nos impidan ver el bosque

Hoy 21 de Marzo en el Día Internacional contra la Discriminación Racial y Étnica comparto una reflexión alrededor de la crisis COVID 19 y sus derivadas socioeconómicas en la lucha antirracista.

Las situaciones de crisis globales suelen ser puntos de inflexión que revelan realidades invisibles dentro de la rueda capitalista. Y lo hacen polarizando las diferentes consecuencias que tiene para todes les actores sociales implicados. Así, encontramos a personas que pueden permitirse viajar a otros lugares a “pasar la cuarentena” (con toda la carga moral y ética de esa perspectiva liberal) y en el otro extremo tenemos a personas que ni siquiera tienen garantizados unos mínimos de salubridad ni atención socio-sanitaria institucional.

La mayoría de la gente que habita los márgenes somos racializadas, muchas de ellas migradas y muchas de ellas mujeres, puesto que vivimos en un sistema donde la precariedad laboral está feminizada y racializada por mucho.
Y entonces, por suerte (y por deber) nos volcamos en estar pendientes de que las personas más vulnerables tengan acceso a esos mínimos indispensables. 

Redes de apoyo vecinal, cajas de resistencia, bancos de alimentos, asesoramiento legal y acompañamiento psicológico se buscan y se ofrecen estos días a la velocidad de la luz.

Muches en el movimiento antirracista estamos volcándonos en iniciativas de este tipo a la vez que lidiamos con nuestras situaciones personales que, comparativamente, no requieren atención puesto que tenemos unos mínimos asegurados. Aunque sea un tiempo.
Y muchas personas solidarias están aportando a estas iniciativas saciando, aunque solo sea un poquito e inconscientemente, ese salvador blanco que muches occidentales llevan dentro, porque para algunas personas es difícil discernir entre la solidaridad y la caridad.

Desde una perspectiva antirracista me preocupa que los árboles no nos dejen ver el bosque.

Estos días observamos que muchas mujeres racializadas están siendo despedidas o amenazadas con despidos, coaccionadas para coger vacaciones, reducciones o excedencias, incluidas en los ERTES y demás medidas legalizadas para la gestión de esta emergencia, si es que estaban dadas de alta…

“Probablemente no sean despedidas por una cuestión racial”, pensareis. 
“Mucha gente está siendo despedida y no son racializades”, diréis. 
Y es cierto.

La cuestión es que si la precariedad laboral está feminizada y racializada (por una cuestión sistémica de patriarcado capitalista supremacista blanco) y los trabajos más precarios se están precarizando aún más (cuando no desapareciendo directamente), por ende las mujeres racializadas se están quedando con el culo al aire.
Muchas somos madres, con lo que el problema se agrava exponencialmente.

Además, me preocupa que no tengamos en cuenta que no sólo se precariza la base de la pirámide social sino que se crea una brecha abismal que pone en peligro todo el trabajo en materia de conciencia social que se ha estado realizando de unos años hasta ahora.

Cuando las personas racializadas ocupan espacios culturales, laborales e institucionales tradicionalmente blanconormativos, además de haber tenido que superar muchos obstáculos y pelear muy duro para llegar ahí, están haciendo un trabajo constante de resistencia defendiendo todos los días, con el propio cuerpo, que ese espacio les pertenece. Nos pertenece también. Visibilizan que somos sujetos con voz propia y no sólo objetos de estudio pasivos, vulnerables, salvables.

Precisamente por esa dureza de tener que enfrentarte a situaciones racistas en el entorno laboral, es habitual en nuestras comunidades que las personas racializadas (si podemos elegir) tengamos actividades laborales flexibles, autónomas, autogestionadas y, por lo tanto, irregulares y precarias por esa irregularidad. Para protegernos y tener libertad de acción antirracista o simplemente vivir lo más tranquiles posible.

Los negocios cierran, la formación, el arte y la cultura no se consideran de primera necesidad y esta emergencia está haciendo peligrar estas actividades, que no sólo cumplen una función de sostén económico de esas personas/familias, sino que tienen un peso en la lucha antirracista porque esas personas ocupan espacios no estigmatizados y siembran semillas de consciencia en todo su entorno al representarnos fuera de los prejuicios del imaginario colectivo (sumises, vulnerables, salvables).

Si perdemos representación, perdemos incidencia. 
Si perdemos incidencia, perdemos poder.

La polarización de las situaciones, centrándonos solamente en criticar a los que más tienen y salvar a los que mas necesitan, está haciendo que los derechos vulnerados de los que no están en ningún extremo queden sin velarse y reivindicarse. Y en el caso de la lucha antirracista, donde todavía queda tanto por hacer, es muy peligroso.

Así que atendamos lo urgente, pero no perdamos de vista lo también importante: la representación. Y cuidémonos.

#MiradasAFK #21M2020 #21M #Afrofemkoop

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